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CRÓNICA SALIDA BOHOYO (Sierra de Gredos - Ávila)

Enero 2018

Llevábamos tiempo intentando coordinarnos para poder realizar una salida invernal, que no fuese en fin de semana, ya que María y yo lo tenemos complicado. Finalmente pudimos concretar una fecha que nos venía bien a los cuatro (Victoria, María Jara y yo, bueno y Bicho, pero él no tenía problema de fecha. . . jejeje), podíamos disponer de hasta 4 días. . . casi ná. . . La fecha de salida elegida fue el lunes 15 de enero.

Quedamos a las 9 para salir, ya que teníamos tiempo suficiente para nuestro planteamiento, aunque salimos un poco más tarde por problemas logísticos (la furgüi tenía que ponerse "zapatos" nuevos y no la pude recoger hasta las 10). En fin, el viaje no era tan largo y teníamos tiempo suficiente para llegar con suficiente luz al refugio donde pensábamos dormir.

Nuestro destino era la Garganta de Bohoyo (Sierra de Gredos - Ávila), un valle de origen glaciar muy utilizado hace unas décadas por los montañeros para la aproximación a La Galana, el Almanzor, Cinco Lagunas o incluso la Laguna Grande, antes de que se hiciera la carretera de la plataforma. Hoy mantiene su belleza con el valor añadido de la soledad, sólo vacas y cabras monteses deambulan por estos pagos, y es difícil ver al ser humano por aquí. Aunque nosotros coincidimos con dos montañeros en el aparcamiento que iban a realizar nuestra misma ruta. Nos comentaron que querían llegar esa misma tarde hasta El Belesar (cabecera del valle donde pensábamos pasar la segunda noche, en una pequeña cabaña de pastores y después continuar su ruta por la Garganta de Navamediana), por lo que no habría ningún problema, no volveríamos a verlos. . . .

Desde que salimos del aparcamiento, después de comer algo, tuvimos que ponernos las polainas, había nieve desde mucho más abajo, el temporal había dejado una inmensa y hermosa capa blanca en toda la comarca. Los lugareños decían que hacía más de 20 años que no nevaba así. . . . Una gozada pero también un trabajazo, nieve polvo profunda y cansada para caminar. Pero tuvimos la suerte de que la huella ya estaba abierta (jejejeje) los dos montañeros que nos precedían se encargaron de ello. No obstante progresábamos despacio, en algunos sitios metíamos la pierna hasta la rodilla, eso si no caías en un agujero que te llegaba casi hasta la cadera. Nos lo tomamos con alegría y nos reíamos cuando alguno caía y le costaba levantarse (que nos pasó a tod@s) imaginaros al pobre Bicho con nieve por encima de la cabeza. . . . eso sí, se lo pasó genial. Y nosotros, disfrutando de ese idílico paisaje nevado.

Llegamos al atardecer al refugio de La Redonda ( el segundo de los cinco que hay en la garganta) a unos 5 km. del coche. Refugio acogedor con chimenea, leña, camastros de madera. . . una gozada, vamos. Encendimos la candela, preparamos la cena y disfrutamos de una majestuosa noche estrellada, sin luna podíamos contemplar todo el firmamento. Nos sentíamos como auténticos privilegiados. Tras la sobremesa con charla, risas y ron, nos fuimos a la piltra a descansar. Mañana toca subir hasta El Belesar. . . BUF. . . con la cantidad de nieve que hay. . . .

No nos levantamos muy temprano, pero con tiempo suficiente (según teníamos previsto) para llegar hasta el último refugio de la Garganta de Bohoyos, el Belesar. La progresión era lenta, a pesar de tener la huella abierta, la nieve era tan profunda que nos costaba bastante avanzar. Bueno, esto también nos permitía disfrutar de la luz de un día magnífico, con temperaturas muy agradables y sin viento. Cuando llegábamos al refugio de La Longuilla, a unos dos kilómetros del que usamos, y tras más de una hora de marcha, vimos salir a dos personas de este refugio, cosa que nos extrañó, no había ningún otro vehículo en el aparcamiento y los montañeros que nos precedía debían estar ya en la cabecera del valle. En fin, ya veríamos. . . Continuamos nuestra ruta y vimos a dos personas comiendo algo junto al camino, al acercarnos reconocimos, con sorpresa, a los que nos venían abriendo huella. . . Nos dirigimos a ellos para preguntarles qué hacían por allí y, OH cielos, no habían podido continuar hasta más arriba porque con el paquetón de nieve progresaban demasiado lentamente, habían decidido darse la vuelta. . . . .

Paramos a comer algo y descansar un poco, teníamos que coger fuerzas para continuar nuestra ruta, eso sí, a partir de este punto tendríamos que abrir huella nosotros. Nos pertrechamos con nuestras mochilas (pesadísimas, por cierto) y nos pusimos a la faena. Nieve hasta la pantorrilla y, de vez en cuando, por encima de la rodilla, vaya paliza. . . Tardamos 20 min. en hacer 500 m.. . . . . y nos quedaban 5 km. Había que parar y hablarlo.

Nos detuvimos en el refugio de El Lanchón y decidimos pasar allí la noche, por la mañana ya veríamos que nos apetecía hacer. Este refugio es pequeño y muy mal acondicionado, además de que la chimenea revocaba el humo y no había quién parase dentro. No eran las mejores condiciones para disfrutar, que era lo que veníamos a hacer. Finalmente decidimos darnos la vuelta (un poco tarde, pero bueno. . . ). Tras mirar las botas y calcetines mojados con cara de "de verdad que tengo que ponérmelos?", hicimos un último esfuerzo y cargamos nuestro equipaje hasta el refugio anterior (La Longuilla), la verdad es que no se nos hizo muy largo y disfrutamos de nuestra caminata nocturna. La recompensa vino cuando llegamos al "refu", muy amplio y bien acondicionado. Eso sí, la chimenea tampoco funcionaba muy bien, pero dejamos que la leña se hiciera ascuas y mantuvo el habitáculo suficientemente calentito.

Hicimos dos versiones de cena, una más trabajosa y lenta, aunque más sabrosa (lo siento Jara y Victoria) y otra más rápida y ligera de transportar pero más. . . . aburrida?, total, que cenamos y pasamos a la cháchara acompañados con un poco de ron (se agradece con esas temperaturas) y una fantástica noche estrellada (es impresionante la cantidad de cuerpos celestes que se pueden ver en estos lugares). Las "niñas" se fueron antes al catre. . . si es que son mucho más responsables. . . y los "zagales" nos quedamos un poco más hablando de lo divino y lo humano, total, mañana sólo quedaba bajar hasta el coche.

Tras un desayuno relajado, partimos de vuelta por el camino andado. Mucho más fácil y descansado que cuando subíamos, por lo que disfrutamos mucho más del entorno. Un paisaje de ensueño.

Creo que a todos nos ha quedado un recuerdo entrañable de esta salida, cumplimos nuestro objetivo de pasarlo bien y disfrutar de la montaña, pero con la clara necesidad de volver, más pronto que tarde, a estos lares y acometer la ascensión de alguna de sus majestuosas cumbres. La Galana puede esperar. . . .

Crónica de cuatro montañeros, santaneros de adopción, enamorados de las montañas.







UNA MARAVILLA!!!!!!

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