CRONICA DE LA SUBIDA AL KILIMANJARO DE TREPAMUNDO. AGOSTO 2018
Fiel a lo que nos sugiere el “alma mater” del Grupo de Montaña y Marcha Nórdica Trepamundo, José Antonio Hidalgo, hago aquí un breve resumen de lo que ha sido la subida al Kilimanjaro, techo de Africa con 5.890 meros en agosto de 2018.
Salgo de Santa Ana la tarde del dia 3 para llegar a Mérida, coger un autobús a la 1 h y llegar al aeropuerto de Madrid a la 9 horas. Lugar de encuentro con Rafael, de Granada, Gabriel, de Almería, Cristina, de Sevilla, y un quinto integrante que la agencia había inscrito, Carlos, de Portugal.
Salimos a las 12 horas rumbo Estambul, de Estambúl, Zanzibar y aeropuerto de Kilimanjaro. Un viaje de unas 29 horas, casi ná.
El día 5 lo dedicamos a descansar, reunirnos con los guías, y conocer la ciudad de Moshi.
El día 6, quedamos con los guías a las 7 h. a la puerta del hotel.
Le hacemos entrega de unas camisetas de Santa Ana que reciben con agrado y se colocan rápidamente dando muestras de agradecimiento a través de la amplia sonrisa que ya no se separaría de nosotros durante todo el tiempo que estuvimos juntos.
Nos llevan a la agencia local para recoger el resto de equipo y a los porteadores y sobre las 10.30 llegamos llegamos a la puerta del Parque Nacional de Kilimanjaro.
Mitín político sobre la marcha
Edificio en construcción con andamiaje de palos pero con red de protección
Reunión con los dos guías principales: Nixon y Dulhá
Estamos en África, el tiempo corre diferente al nuestro y cuando ya pensamos que vamos a comenzar a subir, tenemos nuevamente tenemos que esperar. En esta ocasión no podemos salir antes que los porteadores que tienen que repartir y pesar la carga ante los guardias del Parque para que no se lleve más de 16 kilos del material común y 4 de su equipaje.
Ya tenemos la sensación de estar como “toros enchisqueraos” que no nos acaban de abrir la puerta para salir a hacer a lo que hemos venido y por fín, nos abren la puerta sobre las 12 horas después de firmar el libro de control de entradas que a la postre asegura quién ha hecho todo el treking y quién ha subido a las cimas.
Salimos como posesos deseando estirar las piernas pero rápidamente uno de los guías se coloca delante y nos da instrucciones claras: “pole-pole/sipi-sipi” pasito a pasito y sorbito de agua tras sorbito de agua. “El ritmo lo marcamos nosotros” nos dice Nixon.
1ª Etapa:
Machame Gate 1.790 metros a Machame Camp 3.010 metros
Primera ruta de unos 11 km de distancia para un desnivel de 1.200 metros y que realizamos en unas 5 horas por un bosque tropical muy denso que no nos permite ver el cielo ni ninguna imagen del Kilimanjaro.
El paisaje es espectacular. Vamos todo el tiempo por un bosque tropical frondoso. El contínuo transitar de los más de 500 porteadores que salen este día con todas las expediciones, cargados hasta el máximo permitido nos sorprende.
El peso no es impedimento para que cada vez que nos crucemos con alguno o alguna (vimos tres chicas porteadora lo largo de los 6 días) nos salude con una agradable sonrisa y un “jambo-jambo”. No separo la mirada de sus gestos por lo increíble que nos parece que con esa carga hagan su trabajo con tanta diligencia y con esa actitud. Posiblemente agradecidos de poder trabajar y llevarse a casa las propinas que les espera. Éste tema es un constante durante toda la expedición:¿cobran o no cobran?, ¿sólo reciben la propina?, ¿estaremos contribuyendo a la mejora laboral de este amplio dispositivo humano? , ¿le daremos lo suficiente según la agencia nos ha recomendado?...
Al llegar al final de la etapa en Machame Camp ya tenemos montado el campamento. Las tiendas nuestras, la tienda cocina, la tienda comedor, las tiendas de los guías y porteadores y además con la cena preparada. Cenamos a las 19 horas, ya es de noche y descubrimos las letrinas que a lo largo del recorrido y en cada campamento existen. A pesar del estado de alguna de ellas no hay nada que objetar porque si no fuese por esa solución, el recorrido estaría hecho una auténtica porquería. Al menos parece que todo se concentra en un agujero negro que lo absorbe todo aunque a algún@ de los compañer@s, menos acostumbrados a estas condiciones, lo pasen mal al principio hasta que comienzan a dominar la técnica de estabilización y acomple de los dos agujeros negros protagonistas de los momentos casi más necesarios del día.
2ª Etapa:
Machame Camp Camp 3.010 metros a Shira Camp (3.845 m.)
Unos 6 km de subida para 835 metros de desnivel.
Nos despertamos a las 6:30 horas. Preparamos mochilas, petates, desayunamos y antes de que terminemos ya tienen desmontado el campamento. Es la etapa más corta y es la primera en la que hacemos dos grupos para adaptarnos al ritmo de progresión de cada uno.
Es una etapa de transición del bosque tropical cerrado a un bosque más abierto con algunos pasos más montañeros que nos permite disfrutar, por fín, de lo que íbamos ansiosamente buscando.
El primer grupo lo formamos Rafael y yo junto a uno de los guías, Novarti.
Tardamos unas cuatro horas y media y el segundo lo hace en unas seis horas y media.
Ésto nos permite tener un poquito más de descanso en altura y disfrutar un poco más del entorno y del paisaje.
Cada vez que llegamos a uno de los campamento seguimos el mismo protocolo firmando en el cuaderno de control con lo que comprueban que nadie se quede perdido y además servirá para el posterior certificado que emite la dirección del Parque, Ya en el campamento, un té calentito que nos sabía a gloria y que tenía preparado Yuma, el asistente de cocina, un lavado con agua también calentita en la correspondiente palangana de plástico.
Cena, preparar la mochila para el día siguiente y a dormir.
3ª Etapa:
Shira Camp (3.845 m.) a Barranco Hut (3.960 m)
Etapa de siete horas que aunque se duerme a tan sólo cien metros más alto que el día anterior, no es tan cómodo como parece. Se sube 800 metros de desnivel a Lava Tower, punto con 4.630 metros para descender unos 700 metros y dormir a una altitud más cómoda para que el cuerpo se vaya adaptando a la altura. Nos sale un día muy feo. Todo el tiempo las nubes nos tienen atrapados y no vemos prácticamente nada de montaña a pesar de que todo el tiempo estamos a la falda del Kilimanjaro y del Kibo (pico de 4.703 metros) Tan sólo al final del día, antes de que se vayan los últimos rayos de sol, el viento mueve las nubes para dejarnos ver la montaña que está a nuestras espaldas como queriendo agradarnos para que nos vayamos contentos a la cama.
Paso a paso los tanzan@s nos siguen maravillando. A pesar de la altitud, las duras pendientes, los pesados petates, no hacen mella en sus sonrisas, nos siguen animando ellos a nosotros como si para ellos llegar hasta aquí no supusiese ningún mérito. “Hakuna matata” nos dicen en suajili. Esa es la actitud que les caracteriza. Y la música que no falte. Unas veces cantando ellos mismos, otras veces con la música tradicional tanzana a cuesta aunque también el reggae parece que se encuentra entre sus sones preferidos.
4ª Etapa:
Barranco Hut (3.960 m.) a Barafu Camp (4.640 m.)
Yuma nos despierta a las 7 horas. Ya nos tiene preparada la palangana y el agua que nos tenemos que llevar. Salimos a las 9 horas, desayunamos y nuevamente a caminar para cubrir los casi 8 kilómetros en seis horas y media más una hora de comida en Karanga Camp donde esperamos a reagruparnos y comer todos juntos.
Etapa un tanto rompepiernas que aunque parece que sólo se sube unos seiscientos ochenta metros, el acumulado debe de ser muy por encima porque todo el tiempo estamos subiendo y bajando por unos recorrido y pasos muy montañeros y con unas vistas siempre espectaculares.
Ya sólo subimos cuatro. Cristina tuvo que bajar el día anterior cuando Nixon, el guía principal entendió que estaba al límite de sus posibilidades. Dulhá, el segundo guía nos indicó que aunque habían procurado quedarse en un campamento más bajo, al ver que no recuperaba, la evacuaron directamente a la ciudad de Moshi donde se estaba recuperando perfectamente.
No podemos ocultar la emoción durante esta penúltima etapa. Aunque es dura porque durante mucho tiempo vamos viendo donde está el campamento y parece que no llegamos nunca porque las últimas cuestas son bastante pronunciadas, la verdad es que continuamente estamos animándonos porque estamos convencidos de que si hemos llegado hasta aquí tenemos que hacer cumbre sí o sí.
Entre tanto comernos el coco, nos damos cuenta de que volvemos a llegar justo de tiempo, pero en esta ocasión nos hemos adelantado a los porteadores y tenemos que esperar a que monten el campamento que por cierto está abarrotado. Seguro que había más de 500 personas entre aspirantes y equipos buscando acomodarse entre los canchales.
Volvemos a la rutina: firmar la llegada al campamento, visitar las letrinas y darnos un paseo sin mochila para relajar músculos. Cuando nos avisa el guía, vamos rápidamente a las tiendas a organizar los petates y mochilas porque según nos avisaron, en muchas ocasiones se llega tan gusto de fuerzas que sumado a la altura impiden pensar con claridad y tener claro los pasos que hay que dar antes de la subida.
Del grupo, Gabriel llega muy justo de fuerzas. No había descansado bien la noche anterior por molestias de estómago y ya tiene claro que no va a subir. Se quedará por tanto descansando y regresará con los porteadores al campamento donde dormiremos la última noche.
Carlos, Rafael y yo parece que seremos capaces de enfrentarnos a la ascensión. Cenamos temprano y repasamos el plan de subida con lo que tenemos que llevar en la mochila. Nos vamos a descansar a las 20:00 horas ya que a las 23:30 tenemos que levantarnos.
5ª Etapa:
Barafu Camp (4.640 m.) a Nweka Hut (3.080 m)
Yuma nos levanta a la hora estipulada, las 23:30 horas.
Nos levantamos como un resorte, con todo preparado y dispuestos para subir. El descanso ha sido reparador. El saco de dormir hace su función y paso una noche cómoda, sin frio y habiendo dormido profundamente el poco tiempo que hemos tenido. Ya nos avisarón la tarde anterior que fueramos abrigados porque se esperaban -20 ó -25 grados durante toda la ascensión. Llenamos las botellas con agua calentita para que no se congelen, nos abrigamos y nos tomamos un té calentito antes de salir.
La noche es espectacular. Super estrellada y de momento no sentimos mucho frío porque estamos todavía en el campamento pero de vez en cuando se mueve una brisa que nos pone alerta de lo que nos va a esperar en la subida.
Vemos que han decidido que en vez de dos guías van a ser tres los que nos acompañen. Eligen a un voluntario de entre los porteadores porque ya entreven que es posible que no todos hagamos cima.
Comenzamos a subir a las 00:15 horas. Pole-pole; sipi-sipi. Es lo que constantemente nos recuerdan. Sin prisa. No se puede adelantar porque si forzamos el paso podemos pagar las consecuencias pero el recorrido no resulta cómodo porque es muy sinuoso, no hay mucho espacio y está subiendo muchísima gente toda a la misma hora. Pronto comenzamos a ver que algunas personas empiezan a bajar afectad@s por el mal de altura.
Cuando miramos hacia arriba, la vista es impresionante. El rosario de lucecitas van marcando el recorrido y la pendiente a subir y son tan empinadas las cuestas y tal largas las subidas que algunas veces confundimos las luces de los frontales con las estrellas del cielo.
Después de tres horas de subida, Carlos empieza a abogiarse. Siente que los dedos de las manos y los pies se le empiezan a congelar y que le cuesta respirar. Por más que le animamos ya no entra en razón. Quiere bajar a toda costa y Dulhá decide bajar con él. Luego nos comentó que era lo mejor que pudo hacer porque llegó un momento que ya no veía ni donde apoyaba los pies y que iba totalmente zombi.
Seguimos subiendo otra hora más. Rafael sentía que le faltaba un poco de oxígeno y también pensó en algún momento que tenía que bajar pero después de descansar unos minutos con un poco de té calentito continuamos la marcha. Fue una subida dura. Entre la oscuridad de la noche que no
se veía absolutamente nada, el frío que no te permitía pararte a descansar con tranquilidad, el agobio de la gente que casi no podías adelantar y no te podían adelantar y el tiempo que calculábamos que faltaba se hizo una ascensión complicada. Lo más difícil que habíamos hecho hasta la fecha porque además no sabíamos cómo iba a responder nuestro organismo a medida que íbamos subiendo.
Hasta que casi sin darnos cuenta vimos los tenues primeros rayos de sol. Ese fue el momento en que yo ya supe que hacíamos cumbre. A partir de ahí, ni mi cabeza ni mi cuerpo sentían cansancio. Ya sólo pensaba que quedaba menos de una hora para llegar a Stella Point y de ahí una hora hasta los 5.895 metros del Uhuru Peak. No habíamos recorrido más de 8.000 km hasta llegar a Tanzania, ni los días pateando el monte para darnos la vuelta a menos de una hora de la primera cima. Ahora sólo había un camino a seguir. Cada paso, cada segundo que pasaba abría más el día y esto ayudaba mucho a ver las cosas con optimismo. ¡Ya lo tenemos a nuestro alcance!. ¡Ya llegamos!.
Nuestra actitud cambió totalmente. Nos parábamos a recrearnos con las vistas, hacer fotos, ver el mar de nubes que nos rodeaba. Ahora nos quedaba el último ataque. Un buche de agua más, unas galletas y un zumo que nos había dado Yuma y a seguir caminando.
Sobre la 06:45 llegamos al Monte Kilimanjaro, a la primera cumbre, Stella Point. Aquí much@s de l@s que lleguen hasta aquí llegan tan al límite que se hacen la foto y bajan dando por bueno el haber llegado al Monte Kilimanjaro.
Rafael, también lo propuso pero yo lo tenía claro. A una hora del Uhuro Peak había que hacerlo, así que nos hicimos la foto y tiramos para arriba por un glacial impresionante. Estaba un tanto peligroso y casi nadie llevaba crampones pero al final lo conseguimos. Había más de 75 personas esperando su turno para hacerse la foto hasta que nos llegó nuestro turno. El día estaba espectacular, un ssol espléndido por lo que no nos agobió esperar un poquito a que nos llegara nuestro turno.
En ese instante nos dimos cuenta de las condiciones en que habían subido nuestros guías. Uno de ellos sin guantes, el otro con un guante de tela. El que era porteador, sentiría tanto frío en los pies que se había colocado encima de una bota medio rota un calcetín intentando que no le llegara tanto frío a los pies. pero así no se podía caminar y le duró un instante. Los pantalones eran los mismos con los que había hecho toda la subida y sólo llevaban un chándal o chaqueta más de lo que habitualmente llevaban puesto. Pero la sonrisa no les faltó ni un instante. Hubiese sido bueno hacer
una foto espontánea para ver nuestras caras y las suyas en esos momentos de subida que para nosotros fueron duros. A pesar de ser para ellos un trabajo y para nada bien remunerado, sus comportamientos fueron intachables, siempre pendientes de nosotros y disfrutando con nuestra satisfacción por haber hecho cumbre. Decidimos pues, no pararnos mucho y bajar cuanto antes para encontrar condiciones más favorables para ellos.
La bajada fue rapidísima, Rafael y uno de los guías impusieron un ritmo frenético pero aquí fue cuando yo empecé a sentirme el estómago que me estallaba. Entre que quería ir disfrutando del logro que había conseguido y que mi barriga era una caja de truenos, no veía el momento de parar detrás de una roca hasta que al final estalló. Una y cinco veces mas. No sé si el mal de altura, el esfuerzo, las pastillas que nos habíamos metido para el cuerpo pero el caso es que me iba desinfando cada vez más.
Aún así, llegamos a Barafu Camp en dos horas y media. Aunque tenían medio desmontado el campamento, fue un detalle que nos hubiesen dejado nuestra tienda. Después de visitar las letrinas, directamente a descansar un par de horitas que nos supieron a gloria.
Posiblemente hubiese sido una buena opción haber hecho noche en este mismo campamento pero había que bajar hasta Mweka Hut y ya nos avisaron que eran cuatro horas de bajada, así que como el que no quiere la cosa, nos pusimos a andar nuevamente.
Se nos hizo largo pero ya íbamos de otra manera. El objetivo cumplido, la cumbre en nuestra cámara, el esfuerzo recompensado. Sólo había que dejarse ir y cubrir los 2.800 metros de desnivel con tranquilidad.
Llegamos a la hora prevista. Con suficiente luz para cubrir nuestra rutina con claridad del día y poder compartir con nuestros compañeros la alegría del reto conseguido.
Esa noche dormimos a pierna suelta. El estómago empezaba a sentirse mejor y con la satisfacción del deber cumplido al día siguiente caminaríamos de otra manera.
6ª Etapa:
Nweka Hut (3.080 m) a Nweka Gate (1.630 metros)
A las 7 en pie. Había que desmontar el campamento y era el día más importante para los guías y porteadores.
Ese día nos agasajan con sus cánticos, se presentan y nos presentamos todos (aunque esto no entiendo el porqué no lo hicimos el primer día) y esperan ansiosos que le digamos qué propina le vamos a dar.
Después de desayunar, desmontan con rapidez y salen disparados como rayos para llegar cuanto antes a la puerta de salida donde nos espera el coche para llevarnos a Moshi.
Nos pasan como balas. Es una bajada constante nuevamente por el bosque tropical por un camino de tierra que, deido a la humedad, esta resbaladiza como el jabón. Nos sorprende nuevamente como todos los extranjeros vamos con bastones evitando los resbalones y como pasan ellos con calzados de todo tipo, incluso vimos a uno con chanclas, corriendo y cantando como si cualquier cosa.
Sobre las 11:30 llegamos a la puerta de salida. Lo primero que hacen los dos guías que nos acompañan es ponerse la camiseta de Santa Ana que le regalamos el primer día y que habían guardado muy bien dobladita antes de la subida. Firmamos en el libro de salida, nos dan el diploma a Rafael y a mi y damos por buena y por finalizada esta aventurilla.
Gracias a l@s compañer@s de aventura, Gabriel, Cristina, Carlos y Rafael, por habernos permitido disfrutar y compartir estos inolvidables días y por supuesto a Nixon, Dulhá, Novartir, Yuma y todo el resto del equipo por habernos permitido cumplir nuestros sueños.